La autoestima es la valoración que hacemos de nuestro auto-concepto, como lo valoramos. Se trata por tanto de la consciencia que tenemos las personas acerca de nuestro propio valor, esto nos dará una buena o mala sensación acerca de lo que somos y como somos, generando de esta manera una buena o mala autoestima. La autoestima se forma por tanto cuando comparamos esa idea o concepto que hemos ido formando poco a poco de nosotros mismos con la imagen de la persona ideal que nos gustaría ser (aspecto emocional), si la diferencia entre esa idea que tenemos acerca de nosotros mismos y ese yo ideal es muy grande se genera una baja autoestima y si esta diferencia es baja la autoestima será alta.
¿Qué ocurre con el TDAH?
El TDAH es una amenaza para esa confianza en uno mismo que necesitamos conseguir. Varios estudios al respecto nos informan de que los niños con TDAH se valoran más negativamente a sí mismos que otros niños.
El TDAH conlleva una serie de trabas y dificultades que pueden llevarnos a desarrollar una baja autoestima: el gran esfuerzo que se vuelca en los estudios y los pocos resultados aparejados a ese esfuerzo, los problemas que acarrea la impulsividad y el exceso de movimiento, la falta de popularidad derivada de las dificultades para relacionarse, etc. Un porcentaje alto de niños con TDAH presentan problemas añadidos que empeoran esta problema, que van aparejados o que, en cierto modo, se derivan de ellos, hablamos de depresión, ansiedad, inseguridad, desconfianza.
Todos los padres conocemos las dificultades que supone educar a un niño con TDAH, pocos de los que saben de este problema pueden negar esto. Lo cierto es que la forma en que el niño se comporta y reacciona conlleva una mayor frecuencia de comentarios negativos, criticas, riñas…
Esta dinámica se extiende a otros ámbitos fuera de la familia, como por ejemplo el colegio, haciendo más insufrible y agotadora la situación.
Son niños que como cualquiera desean el éxito y cumplir nuestras expectativas y deseos, pero suelen cometer más errores, fallar más, por lo que esos deseos se ven más frecuentemente frustrados. La experiencia de fracaso es por tanto más común.
Demasiado a menudo tienen que enfrentarse a tareas que le son excesivamente difíciles debido a las dificultades añadidas del trastorno, evidentemente si te enfrentas a algo que puede salirse de tus medios posibilidades tiene más probabilidad de fracasar.
Todos estos fracasos hacen mella en ellos minando la seguridad en si mismos, se sienten indefensos ya que ven que a pesar del esfuerzo fracasan, es algo así “haga lo que haga siempre fallo”.
Si además los adultos dejamos de confiar en ellos y de darle responsabilidades ellos se sienten aún menos competentes y aún más inseguros. Como vemos, esto es todo un remolino de situaciones
Todo esto termina echando por los suelos la autoestima de cualquiera. Por ello el objetivo está en fomentar una autoestima positiva y reforzarla, consiguiendo así una calidad de vida mucho mejor.
Todos nos juzgamos a nosotros mismos a través de los demás, lo mismo ocurre con los niños. No pueden mirarse a sí mismos como si tuvieran constantemente un espejo delante o como si pudieran estar fuera de su propia persona para observarse, de manera que juzgan su valía a través de las reacciones de los otros. De esta forma nosotros vamos a ser uno de los espejos en los que se reflejan, unos de los puntos de referencia que van a tomar para construir su autoestima o la imagen que de ellos mismos tienen.
¿Qué amenaza la autoestima?
Debemos tener en cuenta algo muy importante:
“no es solo lo que decimos, sino cómo lo decimos”.
Quejas, críticas, falta de interés y atención, son las mejores bazas para minar la autoestima de cualquiera. Si nuestro hijo tiene TDAH no debemos olvidar que el nivel de frustración al que se ve sometido, así como el nivel de críticas va a ser mayor, no solo recibe más presión y quejas, si no que los recibe desde muchos más ámbitos.
Amenazas a la autoestima:
Cuando el niño nos habla debemos pararnos a
escucharle. Si no escuchamos atentamente, si estamos en otra cosa cuando nos
habla no sentirá que realmente nos importan lo que nos dice. Esto no solo es
malo porque amenace su autoestima sino porque con ello minamos la comunicación
y el niño dejará de contarnos cosas dejará de comunicarse con nosotros. “Para
que un niño sienta que importa, lo que dice tiene que importar”.
No olvidemos que es el comportamiento lo que nos
resulta molesto o lo que nos disgusta y no el niño. Muchas veces la
dinámica de las situaciones nos lleva a disgustarnos mucho y a percibir que al
niño no le importan las cosas e incluso que no le afecta nada de lo que hagamos
o digamos. Pero lo cierto es que las apariencias engañan, sí que le importa y
si que le duele lo que digamos. Las cosas y las palabras les afectan, les
duelen y les preocupen, aún cuando hagan un esfuerzo para conseguir que no
parezca así.
Los niños necesitan saber que confiamos en
ellos, esta confianza fomenta su independencia y con ello también su
autoestima. Y es que la sobreprotección hace que no confíen en sí mismos, que
no se fíen de sus capacidades y lo mismo ocurre con la falta de confianza. Tenemos que aprender a dar alas.
“Las comparaciones son odiosas”,nunca
mejor dicho. Cada persona es única y por tanto no podemos compararla con otra.
Cada niño es un “mundo”, está configurado por muchas características
particulares que lo definen como persona y que lo hacen totalmente diferente a
otros, por tanto no podemos compararlo con alguien que en realidad es
diferente. Cuando nos vemos obligados a vivir intentando cumplir las
expectativas de otro tenemos todas las papeletas para el fracaso, la
frustración y la baja autoestima.
Buscar fallos: todos nos esforzamos para
conseguir algo, pero ese esfuerzo no garantiza la consecución, esto no
significa que por ello seamos peores y solo debamos recibir críticas. Cuándo
ponemos todo nuestra energía en algo y no nos sale bien ¿Nos gusta recibir solo
críticas y sarcasmos? Por supuesto que no. Pues igual le ocurre a los niños. Si
el niño se esfuerza debemos reconocer ese trabajo, animarle a seguir. Debemos
buscar las cosas positivas, todo lo bueno de esa tarea o actividad y
resaltarlo, y no buscar lo negativo, los fallos. No olvidemos que “nadie es perfecto”.
la crítica, los descalificativos, el sarcasmo y
la ironía, deben abandonar nuestro vocabulario; este lenguaje es muy destructivo
y, no queremos destruir la autoestima de nuestros hijos.
Si solo tenemos ojos para ver aquello en lo que
fallan su vida puede convertirse en un autentico infierno. Cuando solo
encontramos fallos nos solo minamos su autoestima sino que los desmotivamos
totalmente, lo que conseguimos es que no deseen en absoluto hacer nada o
intentar nada, ya que su percepción va a ser que aunque se esfuercen lo que
conseguirán será fracasar. Debemos buscar todo aquello que hace bien, cualquier
cosa por pequeña que sea, buscar y elogiar, dar a conocer qué está bien, qué
hace bien. Necesitan conocer qué es el éxito, esto les motivará para conseguir
más y para esforzarse.
Podremos notar esa falta de una autoestima positiva cuando vemos en el niño actitudes negativas que le llevan a darnos un mensaje de “no sé” o “no puedo”, cuando intentan evitar tareas o rehuyen responsabilidades, cuando vemos que ante el fracaso tienen reacciones de extrema frustración, descontrol y/o agresividad, suelen presentar también altos niveles de ansiedad sobre todo ante los temas escolares y tratan de esconder sus sentimientos de incapacidad, en muchas ocasiones terminan también por deprimirse mostrando los síntomas típicos de esta problemática, curiosamente también podemos encontrarnos con niños que reaccionan con arrogancia y prepotencia, usando estas actitudes como válvulas de escape ante sus sentimientos de fracaso, negándolos, fanfarroneando para ocultarlos, mintiendo e, incluso, pueden llegar a arremeter ante los más débiles.
Cuando nos encontramos ante estas últimas reacciones debemos plantearnos hablar con el niñ@, pero debemos explicarle las cosas en caliento y con ejemplos, de forma que pueda entendernos bien. Debemos intentar que el chic@ aprenda a ponerse en el lugar de los demás, se trata de enseñarle qué es la empatía, cómo funciona y ayudarles a aprender a usarla.
Recordemos que la empatía no es sentir lo que otros sienten, sino tan solo, comprender qué es lo que sienten los demás ante las diferentes situaciones. Los ejemplos que le toquen de cerca sobre situaciones similares le ayudarán a comprender esos sentimientos pues él ya los ha vivido.
Toda esta frustración que degenera en una baja autoestima está causada por muchas cosas. No olvidemos que nosotros, sus iguales y el resto de personas, son el espejo donde se miran y por tanto, es a través de esos otros significativos por los que construye su autoestima, según lo que le dicen los demás y según lo que ve en sus reacciones. Los niños con TDAH suelen estar sometidos a muchas experiencias de fracaso y debido a esto cuando se compararan con los demás (compañeros, amigos e incluso sus propios hermanos), cosa inevitable, se sienten mal ya que perciben más esas diferencias negativas. Cuantas más críticas existan en su entorno, cuantos más castigos, cuantas más etiquetas, cuantos más comentarios negativos, cuantas más experiencias de fracasos, cuantos menos elogios, mayor dificultad de socialización y peor autoestima se desarrollará.
La incapacidad para controlar ciertos comportamientos pude causarle insastisfacción, porque seamos claros, ellos se dan cuenta de sus pequeñas dificultades, son conscientes de que están ahí y también son conscientes de lo que les diferencia de los demás.
Muchas veces piensan que no han respondido a las expectativas de sus padres, esto les hace sentir muy mal y les lleva a descalificarse a ellos mismos. Y es que debemos tener en cuenta que los padres, aunque no nos lo parezca, son la figura de referencia más importante para ellos.
Tenemos que conseguir que sienta que se tiene en cuenta lo que él dice, que se le valoran sus cualidades como persona, que se confía en él y se le respeta.
Se trata de cambiar nuestro foco de atención de lo negativo a lo positivo, del fracaso al éxito.
Escuchar es muy importante. Debemos escuchar
atentamente lo que nos dice, para ello debemos mirarle a los ojos, dejar lo que
estemos haciendo y poner toda nuestra atención en él, dejar que acabe de hablar
sin interrumpirle, demostrarle que nos importa lo que dice y que realmente nos
interesa.
Eliminemos los “peros” y sustituyámoslos por
el“y”
Las palabras hacen milagros. Usemos palabras de
apoyo, de interés hacia él y hacia sus cosas, elogios, etc. “Así se
hace”,“estupendo”, “me gusta…”, “genial”, etc.
Atención a los éxitos. Debemos estar pendiente a
lo que hace el niño para poder ver todo lo que hace bien y así poder valorarlo.
Debemos apreciar su esfuerzo y reforzarlo por ello. Cuando las cosas no salgan
bien olvidemos la crítica, optando por ayudarle a remediar el problema, por
guiarle por el mejor camino. Para esto debemos obviar aquello que está mal, en
la medida de lo posible, y resaltar lo que esa bien. Es importante demostrarle
que estamos orgullosos de él, que valoramos su esfuerzo, que apreciamos su
trabajo.
Es fundamental respetar a nuestros hijos como
personas que son y confiar en ellos. Tratarle como nos gustaría que nos
trataran a nosotros, está premisa nos ayudará a saber mejor porque camino ir.
Valorar su esfuerzo y no los resultados y animarle a que haga todo lo que
pueda, le ayudará a sentirse más competente y a ver que le respetamos y
confiamos en él. Darle una responsabilidad en casa que sepamos que puede
cumplir y que no sea la de sus estudios, le ayudará a sentirse incluido, a
sentir que confiamos en él. Elegir las palabras con cuidado es también
importante, debemos animarle, hacer que se sienta importante, usar un lenguaje
positivo.
Saborear las mieles del éxito. No podemos
centrarnos en los problemas que tiene el niño en el ámbito académico. Debemos
buscar actividades fuera de esta esfera donde pueda disfrutar y cambiar el chip
de lo que “no sabe hacer” a lo que “sabe hacer”. Se trata de buscarle
actividades donde no tenga la presión del éxito y también actividades donde
sabemos que va a rendir bien, se trata por tanto de darle más oportunidades de
éxito, porque ellos también quieren y necesitan saber que es sentir
el“triunfo”. Los niños que poseen confianza en sí mismos son los que triunfan
en algo, así que, debemos ayudarles a encontrar ese algo en el que pueden
triunfar.
El niño
con TDAH tiene una perspectiva del tiempo diferente a la que tenemos nosotros.
Un día completo puede depender de un solo momento, de manera que si ha tenido
un día fenomenal pero al final de la tarde ha tenido algún fallo puede interpretar
su día como desastroso. Teniendo en cuenta esto podremos estar atentos para
ayudarle a equilibrar su perspectiva.
Lo que importa es el esfuerzo, es importante que
nos centremos en su trabajo y esfuerzo y no tanto en los resultados.
No olvidarnos de aceptar al niño tal y como es.
Debemos controlar nuestras expectativas, estas
son solo nuestras, el niño no tiene la obligación de cumplir con lo que
nosotros esperamos.
El día que nos toque regañar no vendría mal
acordarnos de todos sus puntos positivos y de todo lo que ha hecho bien durante
el día, nos ayudará a relativizar ese momento y esa acción que nos ha
disgustado y a no exagerar la regañina. Además con ello podremos construir un
discurso que les enseñe pero que no afecte negativamente a su autoestima.
Cuando se muestre negativo resalta sus puntos
fuertes y recuérdale todo lo bueno que ha hecho durante el día.
Un cuadro o poster donde apuntar sus puntos
fuertes puede ayudarnos en la situación anterior.
Respetarlo teniendo en cuenta y aceptando su
forma de ser.
Escucharlo, valorarlo y tener en cuenta sus
opiniones.
No usar etiquetas ni descalificaciones.
Recuerda que el niño no “ES” simplemente
ha“HACE”. El niño no es malo si no que ha hecho algo mal.
Darle responsabilidades e involucrarle en las
decisiones familiares le hará sentirse valorado.
Aproveche sus puntos fuertes reforzándolos,
fomentándolos y apoyándolos.
Ayúdalo a tomar sus propias decisiones, y para
esto hay que dejarle cierta libertad. Es importante que el niño cometa sus
propios errores, no olvidemos los errores son los mejores profesores y ellos
también necesitan aprender de ellos.
Reforzar de manera inmediata y positiva, premiar
más y castigar menos, en la medida de lo posible ignorar todo lo malo y estar
atento a todos los éxitos y comportamientos positivos.
Sabemos que debido a sus dificultades les cuesta
aprender de sus errores y adquirir experiencia de la misma forma que nosotros
mismos y otros niños, debemos por tanto enseñarles a resolver problemas y a
aprender de sus errores.
Debemos enseñarles cómo enfrentarse a las
diferentes dificultades que se le presentan debido a su trastorno, esto les aportará
seguridad y sobre todo les enseñara a conocer y manejar sus limitaciones y a
que pueden controlarse y superarse.
Debemos asegurarnos de que fuera de casa, en el
colegio y en otros entornos controlados se pongan en marcha todas las
estrategias necesarias para mantener una buena autoestima.
No olvidemos que nadie es perfecto, que cada
persona es única y por tanto valiosa, por tanto no idealicemos a los demás.
Las comparaciones son odiosas” cada persona es
diferente y apreciable por ello, no lo comparemos con otros niños ni dejemos
que nadie lo haga.
No usemos descalificaciones y evitemos que ellos
las usen consigo mismos.
Enseñemos al niño a controlar sus pensamientos
evitando que se menosprecie, a que no busque la aprobación de otros y que tome
las riendas de su propia vida.
Debemos ser realistas con nuestros objetivos y
no exigirle demasiado, al mismo tiempo debemos enseñarle a él a actuar de la
misma forma.
Enseñarle a aceptarse a sí mismo tal cual y
nosotros también debemos aceptarle tal cual es.
Anímele específicamente en aquellos ámbitos en
que presente dificultades.
Valore cualquier éxito por pequeño que sea, si
la anterior evaluación sacó un cinco y esta un seis debe valorarlo.
Considere las equivocaciones en su justa medida.
Fuentes: Fundación Adana, escuela de padres
Atimana-dah, talleres de padres del Gobierno de Canarias, la
autoestima de Raquel Resines Ortíz.
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